Esta orixá es la representación de la Madre de todos, el gran océano que nos contiene, consuela y protege. Hoy 2 de febrero es el día de su fiesta, se la venera con oraciones, ofrendas y rituales.
Cuenta la leyenda que Iemanjá se había casado por primera vez con Orumila, señor de las adivinanzas, después con Olofi, rey de Ife, con el cual tuvo 10 hijos.
Iemanjá cansada de Ife y de sus limitaciones partió hacia el oeste dejando a su marido y llevando consigo un frasco que le había dado su padre, Olokum, quien le había dado indicaciones de quebrarlo en el suelo en caso de emergencia.
Olofi lanzo a su ejército en busca de su mujer, ordenando la trajeran de regreso a su hogar. Iemanjá al verse rodeada y no queriendo ser apresada quebró el frasco en el piso, en ese momento se formó un río que la arrastró de regreso a la casa de su padre, el océano.
La iconografía de la Diosa es una mujer negra, esbelta y de curvas pronunciadas. En sus variantes aparece amamantando a un niño, portando un espejo y con una corona, o como una sirena. Luego del sincretismo con el catolicismo esta representación se vio desplazada por la imagen de una mujer blanca de abundante cabello negro vistiendo un vestido celeste y portando un collar de perlas. Por ser la reina del mar, el catolicismo la sincretizó con la advocación Stella Maris de la Virgen María, también conocida como Nuestra Señora de los navegantes.
A sus poderes sobre la familia, el amor y la fertilidad se le suman su rol como protectora de barcos y pescadores.
Las ofrendas constan de objetos que le son afines a la Diosa del Mar: flores, abanicos de plumas blancas o celestes, peines, estrellas marinas, caracolas, ostras, velones tanto de parafina como de miel, perfumes, colonias, frutas como la sandía, pera, cereza.
Estas ofrendas son tradicionalmente colocadas en una barcaza pequeña que es ofrecida ceremonialmente desde la orilla del mar o río.
Oración a Iemanjá: “Oh reina de las aguas, grande es tu poder, tu fuerza y tu luz, grande es tu amor por tus hijos, como es la sabiduría con la que gobiernas desde los océanos y mares. Haz que llegue a tí mi pedido, y hazme los favores de alejar de mi rumbo a mis enemigos, y ahogar en mí a mis temores. Que nunca llegue a mi hogar la tristeza, ni la pobreza, ni entren los rencores y pesares. Que solo sea tu grandeza la mayor riqueza que me dispensares, Salve Iemanjá, Yemanya, doña Yanaina, cualquiera fuere tu nombre, cualquiera las playas y costas que tus aguas besaren. Cualquiera el ritmo incesante de tus olas, de tus mares, Mi fe en tí deposito como parte de la creación de Dios en la tierra y es por eso que te pido y sé que mi ruego será atendido si es justo y por mí bien merecido.”